La voz del párroco

Febrero 2023

Queridos feligreses:

Hermanos en la fe, llegamos a comenzar nuestro mes de febrero, mes patriótico recordando y conmemorando el día 27 día de la independencia y al mismo tiempo preparándonos a comenzar la cuaresma con el miércoles de ceniza el día 22 que nos introducirá en un desierto espiritual, recordándonos que “somos polvo y al polvo volveremos” y que tenemos como meta la Tierra Prometida que es nuestra verdadera patria, la del cielo; La Santa Pascua del Señor Jesucristo nos resucitará y nos dará nuestra verdadera “identidad” valor de este mes, la de ser “Hijo de Dios”. Renovaremos nuestras promesas bautismales y la gracia de la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte al actuar por la fe en nuestros corazones, nos hará una nueva creación, nuestra imagen y semejanza de Dios será renovada, la misericordia de Dios manifestada en su Hijo Unigénito muerto y resucitado nos hará hijos de Dios adoptivos e Iglesia Santa de Dios “Yo los haré mi pueblo y seré su Dios” (Ex 6,7) lema que nos acompañará todo este mes. Nuestra identidad es ser hijos adoptivos de Dios (1Jn 3,1) y pueblo suyo, ya desde los orígenes de la creación fuimos plasmados en Adan y Eva como creaturas a imagen y semejanza de Dios, pero por la desobediencia de nuestros primeros padres con el pecado original se perdió esta “semejanza” filial y dio paso a la muerte espiritual y corporal. Sin embargo, el creyente vuelve a ser hijo de Dios a través del bautismo, y así comienza a participar de nuevo de la relación vital con el Padre Celestial y el Hijo, a través del don del Espíritu Santo.

Este retorno a nuestra verdadera identidad se realiza a través de un camino de fe gradual, una conversión continua que terminará con la muerte, este camino de fe se puede definir como una relación personal con Jesucristo a través de la Palabra de Dios, de los sacramentos (en primis la eucaristía y la confesión), la oración personal-comunitaria y la vida parroquial. Este camino de conversión o de enamoramiento de nuestro Señor Jesús Cristo es gradual y en continuo crecimiento hasta llegar a la estatura adulta o lo que definimos hasta a una “fe adulta” donde el creyente se hace “otro cristo”. Hace poco tuve la oportunidad de escuchar y leer un texto de San Elredo que enfoca nuestra identidad bajo el aspecto complementario, el de iglesia pueblo santo de Dios llamada a ser “esposa”. En uno de sus escritos dice: “Veamos qué orden se sigue para la celebración de una boda. Uno quiere casarse con una mujer que sea adecuada para él. Elige una entre muchas, manda intermediarios para preparar el terreno para el matrimonio, que alaben su belleza, magnifiquen sus riquezas, hablen de su sabiduría. Así la mujer se inflama de amor por él. El amor suscita el deseo, el deseo conduce al conocimiento personal y éste al consentimiento, y así se celebra la boda. Se prepara diversos alimentos y bebidas, se matan animales y se disponen una gran cantidad de cosas deliciosas.”

Esta es una analogía entre Jesús y la Iglesia dándole así un sentido espiritual. El Hijo de Dios en el mismo seno del Padre desde su morada miró a todos los habitantes de la tierra y de entre todos vio “una” e inmediatamente le gustó su belleza que es la Iglesia.

Pero Él ¿Cómo la vio?, no como nosotros que somos limitados, sino la vio desde siempre, “ella es negra en sí misma, pero blanca por obra suya” y así la eligió y amó no por su propia conveniencia, sino para lavar sus inmundicias, sanar su enfermedad, liberarla de la esclavitud, hacerla feliz en su pobreza y uniéndola a Él mismo. Por eso ella como amada debe responder libremente a este amado. Lo primero que cada uno debe saber es que Dios está enamorado de ti, para limpiarte, curarte, hacerte feliz; por eso envía mensajeros y evangelizadores que son los padres, abuelos, sacerdotes, catequistas, los hombres de fe que Dios ha puesto en tu vida por el amor que te tiene, y ellos muestran la belleza del amor de Dios, te trasmiten el amor que Dios tiene para ti y te hablan de lo hermoso que es este esposo; de allí que nace en ti el deseo de conocerlo más profundamente, al conocerlo a través de los sacramentos y de la Palabra de Dios y la oración aumenta en ti el deseo de estar con Él, y poco a poco das tu consentimiento y te hace uno con Él, encontrando tu verdadera identidad que por una desobediencia habías perdido, la de ser Hijos de Dios y Esposa de Cristo.

Hermanos lo único que cuenta es enamorarnos de Cristo, cultivar esta fe en Dios Padre, y no desperdiciar nuestra vida siguiendo atracciones mundanas con sus ídolos y vicios; como Hijos tenemos la tarea de cultivar esta relación profunda con Dios Padre y Esposo donde vamos saboreando el amor que Él nos tiene, unificando así nuestra voluntad con la suya hasta alcanzar la eternidad, nuestra patria celestial.

Que la Santísima Virgen María, su Castísimo Esposo San José y los Ángeles de la guarda les bendigan y les protejan.

P. Luca Burato